INSOMNES DE LA PENUMBRA

 

 

Sin Zombies

 

 

Las noticias lo avisaron sin lugar a dudas; mientras la epidemia se controla hay que guardarse en casa por al menos tres días. Sea desconfiado de cualquiera. Yo era el paranoico más feliz sobre la tierra, mis sueños se habían hecho realidad, en las películas de zombies claramente te dicen que hacer; tener a la mano agua, latas con alimento, una radio de preferencia que tenga una lámpara que funcione con un dinamo, algo para defenderse y echarlo en una mochila,  alejarse de la ciudad o atrincherarse –lo último fue lo que hice. En mi imaginación veía primero el colapso de la guardia civil, luego de los militares y en el último momento la mafia y los narcotraficantes saldrían con sus pistolas bañadas en oro y balas de plata a tratar de protegernos y controlar la situación sin éxito, dejando un sinnúmero de muertos por donde sea. De seguro empezó en una ciudad muy grande pero pobre, en un aeropuerto amigable, sin mucha seguridad, no importa. Le digo a mi mujer que se deje de tonterías y no de un paso fuera de la casa, así nos quedamos racionando y atentos a las noticias, pero al cuarto día miré la calle, una calma digna de cementerio, era sospechoso, un par de vecinos estaban igual que yo, buscando a una jauría de  animales mutantes hambrientos, naves en el espacio abduciendo gente, al menos , y lo único que había era una crisis económica peor a la anterior, la felicitación a nuestro gobierno por controlar la situación  y los hambrientos zombies éramos nosotros.

 

 

1350 gramos

 

 

Me quité la sábana que me cubría, traté de recordar lo que había pasado, salvo el recuerdo algo vago  de que llovía y que iba de regreso a casa un sábado,  lo que pasó después no era claro, un calendario en la pared indicaba que era jueves, eso daba como resultado muchos días perdidos, no me molesté en absoluto por eso, sino por el estado en el que me encontraba, mi piel estaba color morado e hinchada, a lo largo del pecho una horrorosa marca en forma de “Y”, me hacia intuir una operación brutal. Al levantarme me di  cuenta de que estaba por completo desnudo, miré alrededor para no encontrar nada en absoluto, el lugar era más frío de lo que pudiera imaginar, en las paredes una curiosas gavetas cubrían todo por completo, mi visión iba y venía como en una de esas borracheras donde te estás quedando dormido y los detalles del entorno  dejan de ser importantes, como por ejemplo un sin fin de objetos filosos y contundentes sobre una mesa metálica cercana. Al incorporarme traté de acordarme de mi número telefónico pero no pude por más que intenté, así como mi nombre y dónde vivía, al acercarme a una pequeña báscula me di cuenta de que contenía algo de color gris del tamaño de un pequeño balón de fútbol.

 

 

 

Un silencio perturbador

 

 

La señora decía que mis ojos serían con los que él vería, que no hiciera sacrificios absurdos, sino que buscara la indulgencia en los actos, llevando al límite cualquier cosa hasta que el exceso me hiciera puro. La señora decía que el fuego es inteligencia robada a los dioses, única fuerza redentora verdadera, que el miedo debe hacerte mover rápido como un violento vals en el abismo. Ser sumiso es otra forma de crueldad. Ahora que lo pienso dos veces, lo pienso tres y otra más, sé que ella tenía razón, al lograr que dos almas estén contenidas en un cuerpo y hacer un exorcismo invertido en mí. Bueno, ahora la señora ya no dice nada, desde que él me dijo que ella sabía demasiado y eso nos estorbaría.

 

 

Ciento por ciento natural

 

 

Paola entierra sus manos en el  suelo del bosque, piensa  convertirse en una raíz, mirar el entorno como algo de lo que es parte, las deja hasta que la humedad habla con ella, sabe lo que vendrá después; los primeros en llegar son pequeños insectos, luego los roedores, hasta que Él aparece en cualquier forma posible, la desnudez de ambos los hace sentir honestos, los sahumerios son opacados por un aroma indescriptible hermoso para ella.  En una posición aún más sumisa  le pide que la haga suya a cambio de algo que para él seguro es una nada, al estar cerca casi al grado del contacto, sus uñas aprietan más la tierra, sabe que será doloroso/placentero pero indudablemente, por donde lo mire habrá valido la pena.

 

 

Lo que hay que soportar por escuchar una buena poesía

 

Se alejó del perro abierto que yacía en la plancha que le otorga la escuela para practicar en él. Siempre después de ella, un compañero termina el trabajo e inyecta una fuerte dosis de cloruro de sodio para convertir vida en restos sanitarios. Laura esta ahí para ser un buen veterinario. Desde el principio adivinó que su vida cambiaria al estar en contacto con la muerte, con propiciarla, sabía que la frialdad la iría cubriendo al igual que lo había hecho con el resto de sus compañeros. Ver cómo uno de ellos apagaba un cerillo sobre el corazón de otro ensayo no le dejó lugar a dudas. “Asesinos. Asesinos”,  se repetía en sus adentros. Asesinos. Un estudio de una revista revelaba que la gran mayoría de los médicos, sin importar la rama, son en potencia eso. “¿Yo también?” Al alejarse se lo preguntó a si misma, pero terminó por contestarse que ella era sensible, que le gustaba la poesía y para muestra estaba su novio, quien al recitarle la hacía sentir escalofríos, sin importar los nudos en el cuerpo de él al estar amarrado para darle gusto a ella.

 

 

 

De paseo

 

 

Un día lo encontré parado fuera de la casa, sus ojos eran dos remolinos de vacío tristes/tristísimos. Lo ignoré como lo hacía el resto de la gente, pero al poco tiempo volvió aparecer. Todo su ser era como de barro. Mis amigos se pusieron multicolores de envidia la primera vez que saqué de paseo a mi muerto por el barrio. Mi madre me dijo que hay que dejar descansar a los muertos. No lo entendí, sino hasta ahora que en medio de la calle me detengo a mirar a la gente pasar.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Titulo; Insomnes de la Penumbra

Editorial; Novorum

Lanzamiento; Mayo 2013

Numero de ISBN; (en tramite)

Paginas ; 50